lunes, 2 de marzo de 2015

20 ANIVERSARIO DEL CIRCUITO DE VELOCIDAD DE CARTAGENA


El Circuito de Velocidad de Cartagena que acaba de cumplir sus primeros 20 años de vida, la actividad no para. Es frenética. El ruido de los motores se convierte cada mañana, de 10.00 a 13.00 horas, y cada tarde, de 15.00 a 18.00 horas, en la banda sonora de sus vidas. Uno tiende la ropa y escucha el rugir de las motos. Uno friega el patio y oye cómo braman las máquinas en el trazado situado en El Plan, en la carretera que va de Los Dolores a La Aljorra. En los Molinos Marfagones o La Guía, lugares muy cercanos al Circuito, también saben de qué estamos hablando.


El Circuito es parte de la vida de la ciudad. Es oro puro para los hosteleros y los hoteleros. Es una mina, sobre todo en invierno, cuando las reservas escasean y los que vienen a rodar con sus motos llenan las habitaciones de unos hoteles que sin estos pilotos (casi todos no profesionales) estarán casi vacíos. El Circuito de Cartagena resulta tan estimulante para los ingresos del sector servicios durante la temporada invernal como lo es la actividad 'futbolera' del complejo Pinatar Arena para el municipio de San Pedro del Pinatar. O la de La Manga Club para toda la zona de Los Belones y la ribera sur del Mar Menor.

Sin embargo, a pesar de todo, el Circuito es el gran olvidado del deporte cartagenero. No sale en los medios. Muchos cartageneros no lo han pisado ni una sola vez en toda su vida. Es como si no existiera. Se oye, pero no se ve. Ahí va un ejemplo muy sintomático. Hace un mes, cuando el consejero de Turismo de la Comunidad Autónoma, Juan Carlos Ruiz, visitó por vez primera las instalaciones del trazado cartagenero, acabó alucinado. Él pensaba que lo que había en ese vasto solar de El Plan era un pequeño circuito de karting. Y cuando se dio cuenta de que estaba pisando «un circuito de verdad», no dio crédito.

El único lunar es que no hay competiciones. Los precios que se pagan son prohibitivos
No siempre fue así, pero en los últimos tiempos las instituciones públicas se han volcado por fin en la ayuda, conservación y promoción de una instalación por la que pasan casi siete mil pilotos al año. Los más numerosos son los británicos, seguidos de alemanes, holandeses, italianos, belgas y franceses. En los últimos años, ha aumentado la llegada de pilotos de Noruega, Suecia, Rusia y Ucrania. Los españoles son minoría, aunque los rectores del circuito mantienen desde hace años un convenio con el expiloto local Miguel Ángel Castilla, quien tiene allí la sede de su escuela. También utiliza estas instalaciones muy a menudo Chicho Lorenzo, padre de Jorge Lorenzo, quien trae hasta Cartagena a los niños de su escuela de pilotaje. Aquí aprenden mucho. Y rápido.













































































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